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De cuando aguantamos y tragamos saliva - Por Ignacio Simal

Cuando caminamos por el valle de la sombras, todo es silencio. Un silencio que apena y acongoja. “¿Hay alguien ahí?”, nos preguntamos. C. S. Lewis escribió cuando estaba sumido en la pena, “nadie me había dicho nunca que la pena se viviese como miedo. No es que esté asustado, pero la sensación es la misma que cuando lo estoy. El mismo mariposeo en el estómago, la misma inquietud, los bostezos. Aguanto y trago saliva”*.
Cuando caminamos por el valle de las sombras, aguantamos y tragamos saliva. Pero es un aguante que eleva su mirada al cielo, y cuestiona, “¿por qué estás tan lejos de las palabras de mi clamor?”. El silencio es abrumador, añadiendo dolor al dolor. Seguimos sin respuesta del cielo.

Cuando caminamos por el valle de la sombras, nos sentimos crucificados en la pena, experimentando un superávit de dolor. No podemos más. Alguien, bien intencionado, nos susurra al oído que “Dios junto a la prueba (y ¡de qué manera somos probados!) nos dará la salida para poder soportar”. Pero no nos sirven las palabras, si acaso son útiles para hacer más ensordecedor el silencio.

 Cuando caminamos por el valle de la sombras, nos sentimos crucificados en la pena, experimentando un superávit de dolor. No podemos más.

Cuando caminamos por el valle de las sombras, nos preguntamos, “¿por qué Dios es un jefe tan omnipresente en nuestras etapas de prosperidad, y tan ausente como apoyo en las rachas de catástrofe?”*. Preguntas y más preguntas…
Siempre será verdad que el día sucede a la noche. Pero mientras la pena punza nuestro corazón, la noche se hace interminable. Bien lo supo el legendario Job, bien lo sabemos nosotros.
Siento de todo corazón no tener palabras para explicar el “por qué”, ni el “para qué” de la pena, solo tengo silencio. Pero sé que la fe no falta, pues gritar a la cara de Dios es el acto de fe más auténtico. No me preguntéis por qué. Lo sé, lo sabe mi corazón, y eso me basta, aunque no aminore la pena a la hora de atravesar el valle de las sombras a pasos descompasados, sollozos y pensamientos que rozan ¡la blasfemia! Dios nos entiende, nos comprende, y, tal vez, por eso calla.
Esperamos ansiosamente el día en el que la pena será solo un recuerdo.
Soli Deo Gloria
*C. S. Lewis. Una pena en observación. Edit. Anagrama
Ignacio Simal es pastor de la Església Evangèlica de Catalunya - Iglesia Evangélica Española en la Església Protestant Betel - Sant Pau (Aragó, 51- Barcelona). Fundó y dirige Lupa Protestante en el año 2005.Director del Dpto. de Comunicación de la Iglesia Evangélica Española (IEE). Es miembro de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, y del Fòrum Català de Teologia i Alliberament.


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