Desde sus comienzos, la Iglesia cristiana incluyó entre sus prácticas litúrgicas la predicación, sermón u homilía, que podía ser más o menos larga, pero por lo general centrada en la persona y la obra de Cristo . De esta manera, los hechos y dichos de Jesús, con especial hincapié en los acontecimientos pascuales durante los períodos señalados para ello, se constituyeron en el gran tema sobre el cual los creyentes cristianos reflexionaban antes de celebrar el Santo Sacramento de la Cena del Señor. Muy pronto, como evidencia la literatura patrística más antigua (los llamados Padres Apostólicos, desde finales del siglo I y hasta la mitad del II), la predicación cristiana se lanzó de lleno al Antiguo Testamento, las Sagradas Escrituras heredadas del judaísmo, pero siempre para buscar en ellas anticipaciones , evidentes o figuradas, de Cristo y su ministerio redentor. Y tal fue la tónica del púlpito cristiano con sus excepciones, honrosas y deshonrosas, que de todo hubo, hasta l