No era fácil cambiar el paradigma social y teológico sobre la idea de no castigar a los “herejes” o disidentes, ni siquiera entre los líderes religiosos protestantes, que debieron considerar perniciosa y maligna la represión contra el espíritu fraternal del Evangelio. Ni el mismo Castelio, reconocido campeón de la libertad de conciencia, no evitó algunas contradicciones, aunque reconociese las Escrituras como fuente de la libertad y la fraternidad. Sin embargo, -apunta Carlos Gilly- no dejaría de haber en Europa otros hombres de la Reforma como el anabaptista espiritualista Balthasar Hubmaier, y esta vez no por las citas explícitas de la Paráfrasis sobre el bautismo y la “gran comisión” sino por los innumerables préstamos anónimos tomados de Erasmo para su escrito sobre la tolerancia de 1524 ( De los herejes y de quienes los queman ), para los dos escritos sobre el libre albedrío de 1527 ( De la libertad de la voluntad y El segundo libro de la libre voluntariedad) y quizá tamb
Un lugar abierto a la reflexión