Algunas personas sienten con relativa facilidad la presencia, el amor y el acompañamiento de Dios, mientras que para otros seguir al Señor es difícil porque van tanteando a ciegas, sin nunca «ver» al Señor en su fuero interior. Para algunos la cuestión del Espíritu Santo es evidente, hasta fácil. Hablar en lenguas, por ejemplo, sucede con tanta naturalidad que es cosa de rutina. Para otros el Espíritu Santo es un misterio del que conocen la teología —que es una de las personas de la Trinidad— pero que nunca los ha «tocado» en persona. Hablar en lenguas, por ejemplo, es algo por lo que han recibido oración e imposición de manos reiteradamente, pero que jamás han conseguido. La Biblia cuenta que Moisés hablaba con Dios como quien habla cara a cara con un amigo. Hablaba con Dios y sentía que Dios le escuchaba y hasta le contestaba. El rey Saúl en dos ocasiones iba tan tranquilamente a lo suyo cuando se encontró con un grupo de profetas; cayó sobre él el espíritu de profecía, y se puso a
Un lugar abierto a la reflexión