Hay personas que no atienden a razones. Piensan que tienen el monopolio de la verdad , y ejercen un magisterio inmisericorde. No están interesadas en el diálogo transparente y fraterno. Presumo que su único interés es la condena del diferente desde su posible verdad. Y en la condena ven confirmadas sus convicciones. Cuando oyen algo que no se conforma a su lectura de las Escrituras se enfurecen en su interior, y “crujen los dientes” contra el que disiente de su interpretación (Hch. 7:54ss.). Llegan al extremo de no querer escuchar, y si lo hacen, no disimulan sus aspavientos. Es más, “tapan sus oídos”, y arremeten contra el presuntamente equivocado. Acaban echando al heterodoxo de la “ciudad”, y lo lapidan .
Un lugar abierto a la reflexión