Hace unos meses un teólogo con una larga y celebrada trayectoria académica en América Latina compartió la siguiente reflexión en sus redes sociales: Una cosa es enseñar teología. Otra distinta es enseñar a hacer teología. No es hablar sobre Dios, sino aprender a discernir la historia y sus contextos a la luz de nuestras imágenes sobre su misterio. No es definir qué dice o qué no dice la Biblia, sino generar las herramientas necesarias para abrir sus infinitas lecturas posibles. No es objetivar la fe sino enriquecer nuestra experiencia del creer a la luz del conocimiento de sus dimensiones relacionales, corporales, sociales, políticas, culturales y místicas. ¿Qué es lo que entiendo de esta reflexión acerca del quehacer teológico? Pareciera decir que lo más importante es nuestro acercamiento más que la persona que nos invoca . La búsqueda no va detrás de verdades objetivas y cognoscibles sino interpretaciones que podrían enriquecer la experiencia humana. No es cuestión de unión con D
Un lugar abierto a la reflexión