Allá por inicios de los ’40, el conocido psicoanalista y filósofo Eric Fromm publicaba un libro titulado El miedo a la libertad , donde trabaja de manera magistral la paradoja que existe entre la predicación de la modernidad sobre el paraíso de la libertad humana en la parafernalia del progreso, y la realidad que se evidencia en el miedo que atraviesa el “hombre moderno” en el encuentro solitario consigo mismo. Se pregonaba algo que no se podía lograr, a lo que se temía profundamente: asumir el propio lugar. ¿Cómo puede temerse al desarrollo de uno de los aspectos más elementales de nuestra existencia? Esta pregunta vino a mi mente al pensar sobre otro aspecto elemental de nuestra humanidad, como es la diferencia que nos constituye como personas y comunidad social . Ya lo sabemos y lo predicamos por doquier: “somos distintos”, “hay que promover el diálogo”, “debemos aprender unos de otros”, entre muchos otros clichés que tanto escuchamos por allí, cuya enunciación no es más que l
Un lugar abierto a la reflexión